Paso a centímetros del cartel del 562 C, bajo la cabeza y
sigo. Miro el piso, camino rápido. Tengo que volver a casa, tomar el tren y
patear. No me alcanza eso.
En la esquina hay un tipo que vende carpetas a los gritos. Otro
expone sus chipás con una tristeza asombrosa. Un tercero pasa apurado con un
cachorro. En sus caras se les nota a los tres que no les alcanza.
En el tren una madre le explica a su hija que si la tiene
mucho tiempo a upa su hermano menor se va a enojar. “Ramiro te va a pegar si te
ve”, le explica. El niño, a unos metros, entiende todo y se le prende a la
madre. Comienzan los llantos. A esa madre no le alcanza.
El que trae la música en el tren aparece por Banfield.
Suenan las bandas de moda, los ritmos de la calle que vienen de otro lado. A
los dueños de esas bandas si les alcanza. Nos venden la moda, música a
repetición con un disfraz que desideologiza. Penetra, lo logra.
Y yo, como un boludo, espero la estación de Lanús, para
bajar y caminar 18 cuadras, con el fin de ahorrarme los 6 pesos del boleto. Pienso
que no me alcanza pero al menos tengo a donde ir. El tren seguirá su rumbo marcado. La gente que
lo compone no. Solo lo intentará.
¿A quién le alcanza en estos días? Hay gente que se conforma
y otra que cree que nunca lo hará. Pero en el medio todos nos queremos bajar
del tren para ver si podemos tomar un bondi o tenemos que caminar.
Si fuera por mí te diría que me alcanza. Pero la verdad es
que no. Este tren no me alcanza, estas cuadras no me alcanzan. Solo me
acostumbran.