Soy de acá, del sur del conurbano. Soy de estas tierras, donde nació el Diego. Soy de Fiorito, Escalada, Lanús, Lomas y de Longchamps (que en mi diccionario significa amor), Soy de Gerli, del Pompeo, de Pinyero también. Claramente soy de Avellaneda. A veces soy de Sarandí y de Banfield, de Turdera y de Lavallol. En ocasiones soy de Glew y muchas veces soy de Korn.
Soy del barro, de la mierda del sur, de la negrada, de la vagancia y también de los que echaron raíces. Soy de mi vieja, que amó Lanús. Soy de mi viejo que vivió en Lomas. Soy de donde los pibes me acuñaron. Soy de acá nomá.
Soy de los que se quedaron en 2001, porque "nos caemos a pedazos pero no nos vamos", diría mi viejo. Soy de los que bancan, de los que creen, de los que votan. De los que putean y se quejan pero también razonan. Porque si hay algo que no soy es lorito repetidor.
Soy mi barrio, mi abuela, mi tío Pedro con sus lentes atados con un alambre. Soy zapatero de alma nunca ejercido. Soy de los trenes, de los ferrocarriles. Soy calderero pero tampoco ejercí, básicamente porque nunca vi una caldera. Soy del Roca y de La Noria. Soy esa baranda que los días con viento se respira cerca del riachuelo.
Soy de acá, argentino doy gracias a Dios. No italiano, no griego, no armenio. No soy una mezcla de razas, no soy la perfección ancestral sino todo lo contrario. Lo que no se tenía que mezclar, lo que algunos no quisieron que se fusione.
Soy lo que quedó del amor de mis viejos, la fruta que se cayó de un árbol algo baqueteado, pero el más iluminador que tengo. Soy una contradicción que se quedó para romper las bolas, para que los giles me respeten y no se la lleven de arriba. Soy un grano en el culo para un par, y con eso me alcanza.
Soy de los bondis, del 405 y el 247. Soy del 520 C que pasa cada tanto. Soy el 283 que te deja cerca de Talleres. Soy de ahí también. De Timote y Manuel Castro. De Marraspin. De donde nació el peronismo familiar. Soy de cualquier linea que me deje cerca de la casa de un amigo. Soy amigo mio, que me hace mejor amigo de mis amigos.
Y soy de Lonchi, de sus kilometros separatistas, de sus calles con varios nombres, del barro que allá también tienen, de Alsina y de Pavón. Y soy de ahí porque soy amor desde que la vi por primera vez.
Soy todo lo que no fui hace unos años. Porque algunas cosas cambian si no cambia la esencia. Sino el que cambia sos vos, no las cosas. Y creo que todos saben lo que nunca seré.
martes, 1 de septiembre de 2015
miércoles, 11 de marzo de 2015
Acostumbrarse o no. Esa es la que es.
El hombre es un animal de costumbre, afirman. A la larga o a
la corta termina aceptando situaciones que quizás al principio no toleraba. Me
pasa seguido, pero no tanto
Me puedo acostumbrar a que a la democracia más real le digan
dictadura. Que las cosas salgan cada vez más caras. Que los que nos tienen que
cuidar nos roben. Que las personas vivan en el individualismo más cerrado.
Me puedo acostumbrar a que no haya trabajo de lo que me
dedico. Que mis compañeros también vivan en el individualismo, o cosas peores. Que
los buenos sean pocos. Que al periodista se le pida mucho y no se le dé nada.
Que parece un hobby en vez de una profesión.
Me puedo acostumbrar a los falsos amigos. A las noches sin
preguntas, al mar invisible. Me puedo acostumbrar a acostumbrarme, a ganar, a
perder y, en ocasiones, a empatar cero a cero. A los asados sin chimi ni pinta, a
las horas perdidas, los gritos contenidos. Me puedo acostumbrar a solo hablar
por este medio
De lo que no me puedo acostumbrar es de que los equipos de
fútbol usen camiseta rosa. Nunca lo voy a entender.
viernes, 9 de enero de 2015
El silencio no es su idioma
En Temperley hay un mural que reza “Cromañón
nos pasó a todos”. Si bien hace 10 años
fueron aproximadamente 4500 las personas que estuvieron en el boliche de Once,
la tragedia nos golpeó a todos. Porque esa noche murieron 194 pibes, pero
también estalló el rock, lo que se gestó en la década del 90 y quedó en
evidencia un sociedad que muchas veces mira para el otro lado y un poder
político que no pensó en las personas.
Ese 30 de diciembre de 2004 hacía calor,
Callejeros estaba en auge y Republica de Crómañón era el lugar para cerrar el
año. “Terminarlo con una fiesta”, pensó
Daniela Sánchez, integrante de la agrupación Sobrevivientes de Cromañón Zona
sur. Pero la noche le tiró una trampa.
Daniela era una adolecente de 14 años, que no
le pidió permiso a nadie y se escapó de su casa para ver a su banda favorita.
“Ese año fue el primero que empecé a curtir la cultura del rock, ir a la cancha, ir a recitales, a tener
hábitos de rebelde y revolucionaria”, asegura Daniela. Se fue con un amigo para
Once, con toda su inocencia a cuestas. No le gustaba que la banda haya logrado
un crecimiento porque eso traía consigo un cambio en la masividad y el público,
pero entendía la cuestión: “Las discográficas
utilizan a la música como un producto y no como el arte que es”,
reflexiona.
Llegó sobre la hora y gracias a eso se quedó
casi en la puerta, atrás de la escalera que estaba pasando las puertas de
ingreso, luego de un pasillo ondulado. “Después descubrí que ese pasillo era
una irregularidad del boliche porque no se puede reducir el ancho”, afirma. El
lugar estaba muy lleno y hacía mucho calor. Nunca pensó que las cosas andaban
mal: “No tenía conciencia de lo que estaba bien. Los medios te vendían el lugar
como el sucesor de Cemento y que entraban 5000 personas”, asegura.
Recuerda que el calor era sofocante, sufre más las altas temperaturas después de la tragedia. De golpe se cortó la
música y la luz. “Lo tengo todo como diapositiva y lo voy reconstruyendo cada
vez que me siento a pensar cuando me tranquilizo. En estos diez años creo que
lo hice todos los días. Me sirve acomodarlo, me enseña constantemente cosas”,
recuerda sobre el momento que comenzó el incendio.
No puede escuchar “Distinto”, el tema con el
que empezó el recital. Ni el primer acorde. La lleva directamente al día de la
tragedia: “No soporto ni que la gente lo cante”, afirma.
“Mi amigo me dijo que no lo suelte y creo que
mi cabeza entendió que era lo único que no tenía que hacer. Son momentos que
quedan muy arraigados: me acuerdo el tono de la voz con que lo dijo, el
sentimiento que le puso al decirlo. Y eso me sacó adelante: la fuerza que hizo
mi amigo y que yo no me solté”, recuerda Daniela
En ese momento Daniela se paralizó. No pudo
reaccionar, quedó en estado de shock. “Veía la cantidad de pibes que entraban y
salían, la gente que llegaba con agua para asistir porque el calor y el humo te
quemaban y no podía hacer nada Mi amigo quería ayudar pero yo estaba pidiendo
ayuda porque no podía responder. Es muy difícil procesar el momento. Tantos
pibes, tanta desesperación. No tiene lógica”, lamenta
Lo tomó como una deuda grande. Se lo
recriminó. Daniela estuvo ocho años sin poder exteriorizar lo que le pasó esa
noche: “Después de esa noche, me iba a dormir y pensaba que me iba a morir. Me
atormentaba, no me dejaba estudiar, no me dejaba respirar, no me dejaba hacer
nada. No me dejaba desenvolverme en mi vida, estaba atravesada por la
tragedia”, asegura.
Un día luego de discutir con su novio, sintió
la necesidad de empezar a hablar, pero primero volvió a caer. “Soy técnico
químico y trabajaba como analista de control de calidad. Tuve problemas en el
trabajo y me echaron. Estuve unos meses desocupada y me di cuenta que
descargaba mi ira y mi dolor en mi novio. Pase un mes encerrada en mi casa.
Entré en una crisis después de darme cuenta que necesitaba hablar”,
confiesa.
“Cuando empecé a exteriorizar mis problemas
me di cuenta que necesitaba contárselo a cualquiera. De a poco me fui soltando.
Callejeros calló preso y en una volanteada en Avellaneda me crucé con gente que
había visto en algún lugar y fue un quiebre, porque hablé. Me sentí escuchada.
Despertó en mí una necesidad de hacer cosas. Automáticamente mi cabeza empezó a
sacar ideas y actividades que en ese momento eran un sueño y hoy son realidad.
Pero tuve que laburar mucho conmigo para que la situación no me avasalle, no me
haga mierda. Fue un proceso largo para entender que eso era lo que necesitaba.
Dejé de actuar por inercia”, asegura Daniela
Los
medios y la tragedia
Esa noche entendió el papel de los medios.
Vio gente que no soltó la cámara por cubrir lo que pasaba. “Parecía que no
tenían alma. Hay un morbo que existe porque alguien lo consume. Los medios
tienen una deuda con los sobrevivientes. Y más los medios dominantes. Cuando
pasa algo con respecto a Cromañón los primeros que van son cierto grupo que
responde a los intereses de la causa”, afirma Daniela.
“Los medios no tiene cuidado sobre lo que
cuentan: la guardería y la banda bengalera son mitos que inventaron ellos. En
estos 10 años no encuentro cambios: todavía no tenemos voz. Hay medios
independientes, diarios digitales que se copan y vienen pero a los dominantes
nunca vamos a llegar”, asegura.
El ojo
idiota del Rock and Roll
“Todas
las veces que le preguntaron a Andrés Ciro, nunca se hizo cargo. A él no le
pasó Cromañón. Cerati contó que en un recital se murió una persona en las
vallas y automáticamente dejó de tocar. Es algo que le pasó a él y no pudo
dejar de sentirse responsable por velar por la seguridad de su público. Excede
a los músicos porque detrás está el empresario y el aparato estatal. En su
momento la plana mayor del rock se lavó las manos. En estos últimos dos años
hubo un cambio rotundo. Con las adhesiones a la causa de la banda, muchos
músicos se comprometieron a partir de Callejeros preso”, reflexiona Daniela
Sobrevivir
al presente.
Hay
4000 pibes sobrevivientes que nunca se cuantificaron. “El año pasado la Coordinadora Cromañón fue
despacho por despacho de la legislatura con una ley que fue aprobada de
restitución integral, en cuanto a salud, educación, inserción laboral e
indemnización económica. La que nos daban antes, desde el 2005 al 2013, era de
600 pesos. En el 2005 representaba el 98 por ciento del salario vital y móvil;
en 2013 el 22 porciento. Es vergonzoso. Es un debito para comprar remedios, no
para cualquier cosa. No entiendo porque el familiar y el sobreviviente tienen
que salir a luchar a la calle por algo que le deberían dar sin más”, reclama
Daniela
“Después de 10 años que nos ningunearon, nos
manosearon, nos re cagaron la vida, nos dejaron en un pozo profundo, en la caja
negra de la caja negra, ahora nos vienen con aire de grandeza como diciendo ‘No
te debemos nada’. Esos tipos cobran para que, supuestamente, uno pueda vivir
bien”, dispara.
Nunca más pasó por el boliche: “Al santuario
fui, pero ahora lo sacaron. Todos sabemos quienes fueron. No tuvieron un debate
abierto. Hay una articulación pero están solo ellos. El santuario era de todos.
La peatonal no. Me preocupa que más no vayan a sacar”, lamenta
Y a la gente solo la ayuda la gente.
Con la agrupación, Daniela encontró donde
depositar esas ganas de ayudar. Se reúnen todos los sábados en distintas estaciones del sur del conurbano
para concientizar y pedir justicia y libertad para Callejeros. En noviembre de 2014 pintaron un mural gigante
en Temperley, en la esquina de Pichincha e Hipólito Yrigoyen que contiene las
normas de seguridad que hay que respetar: “Fue una necesidad, por protesta y
para que alguien lo vea y le sirva. Quería dejar un mensaje que dure y sea
positivo. De reconstrucción, de renacer de solidaridad, de empatía, de respeto
por el otro, de aprender a cuidarse y cuidar al que tenes al lado. Me encontré
con Florencia Menéndez (la muralista que colaboró) que es una bestia y nos dio
una mano gigante. Cromañón lo logre transformar. El mural es mi terapia”,
afirma.
“Tenemos un proyecto de charlas en las
escuelas muy grande. Son charlas sobre Cromañón, sobre las irregularidades y
sobre lo que tiene que cubrir un establecimiento público. Hay boliches,
shoppings, mercados y bancos que tiene irregularidades. Hay que dejar de ser
espectadores. La concientización tiene que estar siempre, donde parás te ganan
los medios y este poder político que te estupidiza, que quiere que vos seas un
sumiso que no pienses. La misma desregulación que hubo hace 10 años sigue
pasando ahora en la Ciudad”, asegura
Lo que
vendrá.
“Nací en los 90, en
la miseria de esa década. Cromañón le
pasó a esta generación y hay que hacerse cargo. Hay ignorancia y ganas de ignorar en la
sociedad, porque el sentido común debe existir en cualquiera de nosotros. Y hay
también una responsabilidad social que hay que asumirla. Me pasa en la cancha,
cuando voy a ver a Racing: si veo una bengala, o la apagas o me puteas. Pero
tenes que ver lo que estás haciendo. La pirotecnia tiene que ser manejado por
quienes saben del tema”, subraya.
“Hoy estoy contenta
con los pibes que militan, más allá del partido en el que militan. Se
comprometen, laburan, van y ponen el cuerpo, porque no es cosa de sentarse y
charlar; van a las villas o ayudan a un hospital o un hogar. Y un pibe que se
forma con ideales, se muere con ideales. Es importantísimo para la formación de
una sociedad mejor”, sueña Daniela
Suscribirse a:
Entradas (Atom)