Cuando te despertás están ahí, esperando para
comenzar el día. Saben de todos tus fallos, de lo que huele lo que te duele, de
tus escapes y tus frenadas. Te acompañan a tu vida fuera de la casa. Entrenás
con ellos, trabajas con ellos, los evitás pero no tiene problemas, vuelven con
vos. Cuando por un rato los olvidas se encargan de estar presentes. El alcohol
es su cómplice y la noche los pone violentos. Te arropan y esperan que te
duermas, mientras vos solo querés desmayar y que ya no estén más. Historias de
quienes podrían ser nosotros, pero son ellos.
Los fantasmas no tienen nombres propios, no
representan personas, son escenas de vidas pasadas, oscuras imágenes enterradas
en la memoria. Quizás algunas veces toman formas, caras conocidas, ojos de
muerte y resurrección, olores de una tarde de primavera que era luz y terminó
en fuego. Todos y todas tenemos fantasmas que atender. Son entelequias preparadas
para aparecer en los momentos precisos, para no dejar dormir. A veces son situaciones y a
veces son puras invenciones de nuestra mente, que labura hasta cuando dormimos.
Si alguien te dice que no tiene fantasmas no le creas, solo no les pone ese
nombre.
Hace unos días vimos llorar al exatacante de
la selección de Italia Daniel Osvaldo en un video que grabó para sus redes.
Sorprende en una persona adulta de casi 40 años que básicamente está pidiendo
ayuda a su problemática que consiste en drogas y rock and roll. A partir de ahí
vino un análisis boludo de por qué Dani llegó a eso, si es karma y si es real o
fingido (su novia, Daniela Ballester, lo había dejado por una infidelidad,
aparentemente).
Creo lo siguiente sobre el asunto: la ruptura
con su novia no es el motivo principal, Dani ha pasado por mil relaciones. El
auxilio lo pide por él. Está luchando contra sus fantasmas, los que lo
acompañaron toda la vida, los que están ahí cuando la mina lo dejó. Ella era
una red, una cazafantasmas, una verdadera ayuda. Él no lo pudo evitar y perdió a la persona que lo contenía. No dio más y escupió sus verdades en Instagram. “Mis actitudes vienen desde un lugar de
mí que no puedo controlar”, lanzó Dani Stone.
Dani vivió su vida llena de
flashes. Desde que arrancó con el fútbol hasta su banda de rock, pasando por su
vida privada. Los medios se le metieron en su casa muchísimas veces. “Me sentía
un sapo de otro pozo en el fútbol, ¿qué precio tiene tu sufrimiento?”, contó en
una entrevista a Infobae cuando le preguntaban por el ambiente. Sus fantasmas
creyó ahuyentar con el primer disco de su banda de rock, Barrio Viejo. Con el
titulo lo dejó en claro: “Liberación”.
Pero Dani no puede dejar esa vida de barri
que lo engaña y lo seduce. Cuando parece que está bien, va y se le llena la
cabeza de fantasmas. Trata de domarlos, se lava la cara y continua, pero por el
momento no lo logra. La joda y la noche lo ponen a bailar el criminal mambo que
no hace más que joderlo. No tiene rutina. Los medios no ayudan. Así titula una
entrevista La Nación:
“El Johnny Depp del fútbol”. Ascenso y caída de Daniel
Osvaldo, el goleador por el que pagaron millones pero eligió vivir como
estrella de rock
¿Cuál es el problema que haya elegido una
vida de estrella de rock? No le robó a nadie, la vive con su plata y con sus
fantasmas a su lado. Pero pareciera que está destinado a otra cosa, que nunca
va a madurar. “Yo soy de Lanús, de Monte Chingolo, a mi me gusta comer asado en
el barrio, en esas cosas soy simple”, explica él. Pero los designios se
volvieron fantasmas en su cabeza. Y ahí va el Dani, entre el deber y el hacer,
combatiendo sus males y haciendo mil cagadas. Auténtico.
Otro caso parecido es el Gato Gaudio. Cuando
estaba bien te limpiaba de cualquier torneo. Tenía el mejor revés del circuito,
o casi. La final a Coria en Roland Garros se la ganó de guapo, porque el Mago
se cagó y él creció. Vio el momento exacto donde la gente celebraba la ola como
un punto de liberación y jugó suelto. Su cabeza se destrabó y generó el miedo
en el otro jugador (que dicen que también estaba repleto de fantasmas). Grabó
en el tenis argentino un recuerdo de oro.
Pero…
los fantasmas. El día que estaba mal, que su juego no salía, que sus mejores
tiros no tenían contundencia, era una piltrafa. No domó jamás sus espectros,
los que hacían que no disfrute nada de lo que pasaba en la cancha. “Que mal la
estoy pasando” fue su frase épica en un partido mientras se agarraba la cabeza
en cuclillas. Todo un estado de ánimo.
https://www.youtube.com/watch?v=_vmwk4tS3bU&ab_channel=RickyLegui
“Fui al psiquiatra con toda la música,
completito”, contó en una entrevista con Matías Martin. El Gato estuvo en tratamiento
mucho tiempo y recuperó la sonrisa. ¿Se habrán ido sus fantasmas? Los que no lo
dejaban jugar, los que aparecían cuando la red no dejaba pasar una bola, los
que solo estaban en su cabeza. Los que le dieron forma a su personaje, eso también.
El Turco García es otro que tiene una gran
lucha contra sus fantasmas. La muerte de su papá en el 2000, su adicción a la cocaína,
sus años de noche, sus arranques, las infidelidades… Todo eso en una mochila y
a la espalda. No le quedó otra. Todas las mañanas tiene que levantarse e ir a
laburar.
En su peor época me lo crucé a la salida de
un Racing-River. Estaba parado al lado de una parrilla, en la calle. Con un
amigo le pedimos que nos firme la entrada
del partido y yo me animé a preguntarle cómo estaba. Respondió un corto “bien,
todo bien” que no convenció a nadie y se quedó mirando los choris.
Un tiempo atrás había ido a buscar a Diego a
Mar de Fondo, el programa de la medianoche de TyC Sports. Afónico y bastante
atrevido, le mangueaba laburo al 10. Con todos los fantasmas en la mochila
pedía salir de ahí, seguir viviendo, tener la posibilidad, la oportunidad. Los
fantasmas deben seguir ahí, pero ya los domó. Me da mucho orgullo que cuente
que la chance se la brindó Racing.
El caso más emblemático de la lucha (y
derrota constante) contra los fantasmas es el de Ricardo Centurión. Otro que
está invadido por los flashes y los problemas extradeportivos. Vive de recaída
en recaída y no parece entender que no es el camino para sus últimos años de
profesional. Pero cada vez que lo veo volver a los entrenamientos, a ir a un
banco de suplentes, a correr con la pechera, a jugar unos minutos, me parece
que le está dando batalla a esos espectros que trae desde su infancia.
Hago una pausa para aclarar que banco a morir
a Ricardo. De joda, con sed, con la de Racing, con la de San Pablo, con la de
Boca, con la de Vélez, siempre lo voy a querer bien. Es termo, equivoca los
caminos, toma muy malas decisiones, pero siempre está dispuesto a ser primera línea
contra sus propios fantasmas, sus culpas y rencores, sus dolores y sus
recuerdos chotos. Arriba Richard, queda un rato largo para terminar la pelea.
No se vayan, viene el cierre.
Usé deportistas (y la lista la tuve que
acortar) para no quemar amigos, amigas, familiares y algunos conocidos y
conocidas, historias que conozco, vecinos que queman grasa en la esquina de tu
casa y compañerxs de trabajo. Pero que hay historias lo puedo firmar.
Hay mucha gente luchando contra sus
problemas, contra miedos y creaciones mentales. Muchxs cruzan la línea entre lo
normal y la paranoiqueada. La salud mental está muy descreída en este país. Acá
hablamos con liviandad de fantasmas pero no es joda.
No dejes de pensar nunca que el que está a tu
lado está luchando contra sus fantasmas, contra eso que le molesta, que le
duele, que lo pincha en sus mejores momentos, que lo desinfla, que lo deja
desnudo ante el dolor. Hay quienes los pueden domar, otros que se rinden antes
de pelear y quienes aprenden a convivir, sabiendo que caerán derrotados y
vencerán en proporciones parecidas. Pero nadie puede escaparse, porque aunque
no los veas están. Y los vas a sentir.
https://www.youtube.com/watch?v=2oK0QEcloIo&ab_channel=BarrioViejo