En una noche nos dimos cuenta que los pibes y pibas de nuestra generación siempre estuvieron en peligro, que los noventas estuvieron cargados de bardos y el exceso de rock no lleva a nada. No hay que ser un estudioso para darse cuenta que la pasión no es sinónimo de tragedia y que siempre se puede estar mejor o peor, dependiendo de cuánto luches por eso.
Antes de Cromañon no teníamos conciencia.
Parece. Visto desde acá, un tiempo irreal, nos causa gracia y hasta fantaseamos
con la idea de que vuelva a ver qué pasa. Pero esos días ya no retornarán, hay
mucha muerte detrás de ellos, los pibes y pibas que dieron su vida en ese
boliche mientras sonaba Callejeros rezan que así no sea, que a los noventas se
los lleve el viento y no vuelvan más.
Hace 15 días en Avellaneda estuvimos a punto
de vivir otra tragedia. En el partido entre Racing y Boca fueron muchxs lxs
hospitalizados, lxs que cayeron después de una avalancha con la gente entrando,
lxs que tuvieron que salir por la reja que da a la ambulancia. Sin lugar a
dudas estaba sobrevendida la capacidad del estadio, había más gente que la que
podía contener.
Ojo, el Cilindro es un espacio seguro, con
salidas relativamente eficientes y que las podés encontrar fácil. Y tampoco es
el único estadio que está explotado en una definición de campeonato. Son varios
los que me dicen que en los últimos partidos de River hay mucha gente, que se
ven bastantes apretados.
Esa avalancha de gente me hizo acordar a
varios partidos de mi juventud en la tribuna, donde parecía que pasarla mal era
estar al filo de la muerte y que si algún día me cansaba de ese ritual estaba
la platea donde podría refugiarme como cagón y exiliado, como persona no grata.
Porque de pibe se va a la popular, no se entiende de otra manera. Y eso que los
partidos con mi viejo eran en la platea D, ahí vi a Racing empatar con Españól
en mi primera vez.
Esa idea estúpida de que estar apretado y en
posiciones que no se sostienen todo el partido parece que es la manera de vivir
el fútbol si vas a la popular, hoy material de descarte, ya que cada día crecen
más las plateas. Donde te corrés un poco los dirigentes te ponen una butaca. En
Racing pasa todo el tiempo. ¿Se vienen estadios para ver los partidos sentados?
Si es así, pagá. Porque lo que más les interesa es hacer caja, que cada asiento
sea un socio poniendo guita. Cada vez más popular, cada movimiento más alejado
de la gente.
Una pequeña anécdota.
Copa Libertadores 2015, cuartos de final,
partido de vuelta. Racing vs Guaraní (Paraguay). Llegamos tarde con mi primo
Martín. El estacionamiento de siempre estaba cerrado, había colmado la
capacidad. Hacía 18 años que no jugábamos esa instancia. La vez anterior
nosotros éramos pibes. Entrar a la cancha fue un caos, en el cacheo de la puerta
ocho todo se desmadró y terminé arriba de una mujer policía, pidiéndole
disculpas mientras me sonreía.
Al entrar la cosa fue peor. Era un estadio
repleto y llegar a donde queríamos para juntarnos con los nuestros sería muy
complicado. Empezamos a buscar cómo trepar. Permiso y gracias, siempre. De esa
manera al menos calmás la molestia que generás. Faltaba una hora para que
arranque el partido. Subir escalones era una verdadera proeza.
De golpe empecé a notar que no éramos
bienvenidos ni mucho menos. Los murmullos fueron mutando a gritos, los
sacudones lógicos se transformaron en verdaderos empujones. No estábamos en
condiciones de quedarnos ahí, tampoco podíamos avanzar ni subir a buscar a
nuestros amigos.
“¿A dónde mierda quieren ir?” me gritó uno
con cara de desencajado. Miraba al alrededor y veía mucha gente que no le tenía
la cara. Hasta que divisé a un señor morocho, de unos 50 años, pelo negro
tupido, que siempre paraba debajo de donde lo hacíamos nosotros, apoyando un
pie en el fierro de abajo de los paraavalanchas. No nos conocíamos, pero su
rostro me trajo la tranquilidad como de quien sabe dónde está.
Aunque grande fue mi desazón cuando el señor
comenzó a empujarme como si fuera un simio desbocado. Creo que me decía “rajá
rajá”, pero quizás mi mente juega una mala pasada. Se hizo el guapo mientras
los demás lo acompañaban. Después de algunos forcejeos terminé entre una
pareja, el pibe me dice “yo saqué entradas para verlo con mi novia y vos caes
ahora y me cagás la noche”. A esa altura no tenía ganas de ver el partido y me
preocupaba no ver donde había quedado Martín en el revoleo.
La popular tiene eso de anárquica y
descontrolada, pero siempre hubo ciertos manejos que eran de ese mundo. Algunas
variantes hicieron que en un punto de los últimos 20 años se volcó mucha gente
a ver futbol en la cancha que no vienen de ese palo (una sensación personal:
ubico esa fecha a fines del 2009).
Redondeo la
anécdota, ya termino, no se vayan.
Cuando no quedaba otra opción que salir para
algún lado antes que el contagio haga que alguno se anime a golpearnos,
apareció una mano. Imagino mi cara de tensión y le sumo la de susto cuando esos
cinco dedos me agarraron la campera entre el hombre y el cuello y me tiraron
para arriba. Mi ángel de la guarda nació en Llavallol, le dicen Ferna y está
loco de remate.
Pero no solo me sacó del bardo sino que al
toque ubicó a Martín y lo trajo de nuevo con nosotros. Desde ahí Ferna comandó
el ataque hacia los giles de abajo. Entre insultos recuerdo escuchar que soltó
un “nosotros venimos siempre”. Eso me despertó y saque pecho. Insulté a los
giles, al flaco de la novia le dije un par de cosas y putié en varios idiomas
al señor del paraavalancha, pero se hizo el otro. Después de ese día estuve un año y medio mirándolo para que me
diga algo, se ve que era guapo cuando se otros lo alentaban. No lo vi más pero
se que algún día nos vamos a encontrar.
A eso le siguió un flaco que se descompuso
cuando terminaba el primer tiempo y al querer salir por la puerta ocho estaba
cerrada de afuera con cadenas. Algunos muchachos de La Barra 95 rompieron todo
a pura patada y pudo llegar a la ambulancia que lo llevó al Fiorito.
El otro día a mis amigos y a mi no nos pasó nada de eso, pero vi la posibilidad que pase en otrxs. Han sido muchas las tragedias de las cuales nos tocó aprender. No pudimos reír sin llorar. No la tiremos al lateral. No se puede vivir de la caja con el aporte de los socios y socias.
Los clubes son de la gente, la calle todavía
es de la gente, la vida no está privatizada. Alejemos la tragedia. No seamos
termos.